
"Si quieres cambiar al mundo, cámbiate a ti mismo"
─ Mahatma Gandhi
La esencia de esta frase de Mahatma Gandhi es la que hace que, año tras año, muchas personas hagamos propósitos para mejorar nuestra vida y sentirnos mejor.
Antes de plantearnos un objetivo, las personas pasamos por varias etapas. La primera es querer cambiar, pero además de qué, es imprescindible concretar cuándo y cómo lo haremos: esto es la planificación, crear una organización mental y concretar los pasos para hacer lo que nos hemos propuesto. Pero, ¡cuidado!: la impaciencia y marcarse metas irreales o que obliguen a desviar mucho nuestro estilo de vida son los “culpables” de que fracasemos una y otra vez.
Mejorar apreciablemente tu marca personal en una carrera de 10 Km solo ocurre tras meses de entrenamiento sistemático con una meta realista. Si no, acabaremos frustrados y abandonando definitivamente nuestro objetivo.
7 claves para que una buena intención no se convierta en frustración
- Que el deseo sea propio. Si el deseo o la motivación nos son ajenos, habrá más probabilidades de que abandonemos en un corto espacio de tiempo.
- Buscar compañeros de «propósito». Si no sólo yo me propongo un objetivo, sino que además tengo un «acompañante» tendré un apoyo si aparece la pereza o las ganas de abandonar; la otra persona pueda ayudar en el mantenimiento.
- Mejor si no supone una modificación muy grande en nuestro estilo de vida. Normalmente tendemos a la «homeostasis», a mantener unas rutinas en nuestra vida. Si el propósito para el nuevo año supone salirse de manera abrupta de nuestras rutinas, dificultará su mantenimiento a largo plazo.
- Planificar hitos intermedios que permitan obtener resultados a corto plazo. Somos seres humanos que vivimos en un mundo donde cada vez «lo inmediato» lo valoramos más, y si no se ve ningún beneficio a corto plazo de lo que estamos intentando cambiar, probablemente se acabe abandonando.
- Entrenar y potenciar las características de nuestra personalidad que ayuden a que consigamos mantenernos en nuestros propósitos: constancia, organización y auto-exigencia.
- Confianza en uno mismo: «creer que el objetivo es posible» y que «soy capaz de alcanzarlo» hace más probable que nos acerquemos a él. Si nos marcamos objetivos poco realistas o inalcanzables, o en los que sintamos que no vamos a ser capaces de conseguir, nos estaremos alejando de la posibilidad de al menos iniciar un cambio.
- Observar el estado emocional y darse permiso para «salirse del plan» unos días. El estado emocional de cada persona puede producir que la motivación baje, y por ello, es importante entender y observar cómo me siento. Si me encuentro que llevo una semana bastante triste, probablemente mi interés por las cosas haya disminuido y también en los objetivos que me propuse. Si consigo darme permiso para tener algún día de «descanso del plan», podré retomarlo después con más energía. Marcarse un objetivo no implica una acción de todo-nada: o lo hago todos los días o lo abandono para siempre. También es importante encontrar un equilibrio en el que pueda haber días que se cumpla y otros que no, pero lo importante es que se mantenga a largo plazo.
(Extracto de una artículo de Sara Montero en El Mundo el 1.ene.16)